miércoles, marzo 03, 2010

Ayúdame a mirar

De El libro de los abrazos, de Eduardo Galeano

La función del arte /1
 Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff,
lo llevó a descubrirla.
 Viajaron al sur.
 Ella, la mar, estaba mas allá de los altos médanos,
esperando.
Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas
dunas de arena, después de mucho caminar, la mar
estallo ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la
mar, y tanto su fulgor que el niño quedo mudo de hermosura.
 Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando,
pidió a su padre;
- ¡Ayúdame a mirar!

Santiago de Chile


De El libro de los abrazos,Eduardo Galeano


Crónica de la ciudad de Santiago
Santiago de Chile muestra, como otras ciudades latinoamericanas,
una imagen resplandeciente. A menos de
un dólar por día, legiones de obreros le lustran la máscara.
En los barrios altos, se vive como en Miami, se vive en
Miami, se miamiza la vida, ropa de plástico, comida de
plástico, gente de plástico, mientras los vídeos y las
computadoras se convierten en las perfectas contrase-
ñas de la felicidad.
Pero cada vez son menos estos chilenos, y cada vez
son más los otros chilenos, los subchilenos: la economía
los maldice, la policía los corre y la cultura los niega.
Unos cuantos se hacen mendigos. Burlando las prohibiciones,
se las arreglan para asomar bajo el semáforo
rojo o en cualquier portal. Hay mendigos de todos los
tamaños y colores, enteros y mutilados, sinceros y simulados:
algunos en la desesperación total, caminando
a la orilla de la locura, y otros luciendo caras retorcidas
y manos tembleques por obra de mucho ensayo, profesionales
admirables, verdaderos artistas del buen pedir.
En plena dictadura militar, el mejor de los mendigos
chilenos era uno que conmovía diciendo:
— Soy civil.